Nuestra historia
Miércoles, 13 de marzo de 1996
Piso superior del Café La Luna, absolutamente abarrotado, ocho de la tarde. La masiva asistencia confirmaba las sospechas sobre el acuciante hambre de actividad literaria en el Logroño de ese año: sin duda el terreno árido necesitaba un chaparrón vivificante de letras. Carlos pronuncia unas palabras que va improvisando – dice que nunca dominó ese arte, pero no parece importarle al público que asiente, acoge, brinda. Paulino lee con chispa un fragmento de Rayuela, bajo el ojo atento de Javi y la sonrisa abierta de Eneko. Espe saluda a sus muchos conocidos, mientras Ricardo y Javier se mantienen en un discreto segundo plano. Filólogos todos, o mejor, aspirantes a. Son el primer consejo de redacción de la revista, en mayor o menor grado cofundadores y copartícipes de la ilusión.
Así empezó nuestra trayectoria
O quizá deberíamos retroceder unos meses atrás, a la primavera de 1995 y a las tertulias literarias en las que participábamos algunos de los arriba mencionados. Los sábados por la tarde nos reuníamos en La Luna, el Bretón o La Granja para hablar de libros y de versos, a veces invitando a alguno de los autores locales (con qué reverencia mirábamos entonces a los nombres oficiales) para que nos familiarizaran con su poesía. Como fruto del arte de compartir surgió el propósito de crear una revista que sirviera de vehículo comunicativo entre todos los que soñábamos con escribir, o mejor, escribíamos y soñábamos con que nos leyeran. Y así surgió Fábula. Un producto de la ilusión mantenida a través de los años y transmitida de uno a otro de los colaboradores que han tomado el testigo de la revista en sus etapas sucesivas. Y es que una revista literaria que pervive al menos cuarenta números está llamada a hacer historia. Entre los cientos de autores se cuentan nombres ilustres, que quizá entonces no lo eran tanto, nombres principiantes, nombres ambiciosos, nombres desconocidos, nombres sorprendentes, increíbles incluso. Queríamos que nuestras páginas no se ofrecieran en virtud de la afinidad, ese requisito tan querido dondequiera que existan los llamados «círculos literarios», y un mero vistazo a la historia de Fábula indica que lo hemos logrado. Tampoco pretendíamos que fuera una revista meramente local, aunque por sus páginas hayan pasado la gran mayoría de autores riojanos. Fábula está dirigida a todo el orbe hispanohablante, como atestiguan las frecuentes colaboraciones que nos llegan de ultramar.
También nos preciamos de los padrinos, escritores de reconocido prestigio que se han prestado a avalar los sucesivos alumbramientos fabulísticos: Ramón Irigoyen (2), Lorenzo Silva (3 y 25), Julio Martínez Mesanza (4), Miguel D’Ors (6/7), Bernardo Atxaga (9 y 27), José María Merino (10), Antonio Gómez Rufo y Jorge Riechman (11), Juan Madrid (12), Juan Manuel de Prada (13), Ignacio Martínez de Pisón (14), José Jiménez Lozano (15), Fernando Schwartz (16 y 32), Santiago Tabernero (17-19), Ángel González (20), Juan Manuel de Prada, José María Merino, Enrique Álvarez, Clara Sánchez y Andrés Barba (21), Luis Alberto de Cuenca (22), Juan Pedro Aparicio (23), Andrés Pascual (24), Rubén Abella (26), Fernando Marías (28), Ángela Vallvey (29), Clara Sánchez (30), Antonio Orejudo (31), Rafael Reig (32), Andrés Neuman (34), Espido Freire (42 y 50), Sergio del Molino (44), Benjamín Prado (45), Carlos Castán (51) y Marta Sanz (52). Otros escritores de fama internacional han colaborado de forma indirecta, dejándose querer y entrevistar, como es el caso del bestseller Noah Gordon, el nobel José Saramago, o, ya en España, José Hierro, Rosa Regás, Ana María Matute, Leopoldo María Panero, Francisco Nieva, José María Merino, Antonio Muñoz Molina, Soledad Puértolas, Fernando Iwasaki o Fernando Aramburu. Supongo que muchas publicaciones podrán jactarse de algo parecido con mayor o menor ingenuidad, pero lo cierto es que desde hace años venimos acuñando la expresión «efecto Fábula» para referirnos al supuesto influjo talismán que ejerce nuestra revista sobre muchos de sus colaboradores. Este fenómeno – que nadie se acaba de tomar en serio – se expuso con más detalle en el editorial del número 11, y lo malo es que se sigue repitiendo: véase el premio Torrente Ballester 2005 de Andrés Barba o el Primavera 2006 de Fernando Schwartz, ambos colaboradores en el número 16, o la última: Greta García, Premio El Ojo Crítico de 2023 en la categoría de Teatro.
En fin, dejemos que la historia siga. Bienvenida, lectora, lector. Y que lo seas por muchos años más.
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